«Pampa abierta…No es posible que nada se esconda a los ojos de la muerte. Por los suelos se ven los rastros del más duro tiempo. Y en el firmamento, el sol se descompone en una furiosa carcajada llena de fuego. Las piedras esfuerzan sus bocas para gritarse, inútilmente, las consignas de la soledad. Las piedras evocan los cráneos malditos de una raza que quién sabe en qué sima de la desgracia encontró su adiós…!» Andrés Sabella
Por Rodolfo Andaur | Imágenes cortesía del artista
Camino por el desierto y apremiado por la luminosidad del cielo y la tierra no dejo de pensar en cómo estas superficies resecadas por el paso del tiempo seducen mis ideas, que por cierto se conectan con el trabajo que han producido algunos artistas desde otros desiertos. Por lo demás, junto a mi errático caminar voy acarreando arenosas, cristalinas y porosas visiones del yermo espacio que me deja vilmente bofeteado por la imaginación. Aquí la noción de tiempo es muy relativa, quiero decir frente a lo que mi biología conoce, y por otra parte al combinarla con esta noción de espacio, la imagen que rescato del desierto es de todas maneras provocadora. Varias imágenes aparecen, desaparecen y me llevan a cuestionar lo que atesoramos de este espacio y qué nos lleva a requerirlo. ¿Qué conservamos de un desierto? Puede ser una pregunta poco factible de contestar sin que la emoción circunde las palabras y los versos. Pero es necesario crear un periplo de reflexiones e interpretaciones que tenga como cometido principal lidiar con la experiencia que presenta el trabajo en el desierto.
Algunos proyectos artísticos producidos en zonas desérticas apartadas de los grandes sitios urbanos, pretenden por lo general revelar la realidad de un entorno específico que no solo exhibe un espacio inexplorado, sino que también moldea los volúmenes que aparecen en el paisaje y que terminan por encuadrarlo tácitamente. Con esta reflexión, el interés por inspeccionar la naturaleza, nos lleva a fusionar en todas aquellas intervenciones que ya ésta ha sufrido y al mismo tiempo como ha sido capaz de interactuar con los influjos orgánicos y otras relaciones que han permanecido atadas a ella. Es el caso de fenómenos recientes tales como la explotación de la minería, la habitabilidad forzada y la inmigración, solo por nombrar algunos ejemplos. Por lo que esa relación que creamos con la naturaleza, y que la hace única y distintiva, construye un espacio que al poseer ciertas características implícitas, pasan a formar parte de los cuestionamientos de algunos artistas que han querido desarticular peculiares relatos. Ahora cuando este relato comienza a estructurar un espacio tan abismal como el que presenta el desierto, reflexiono que el acto artístico, esa búsqueda interminable de ideas e imágenes, casi siempre esta más relacionada con esas particularidades estéticas que yacen en la sequedad que presenta su imagen. Aunque podríamos mencionar que en otros casos es la misma textura y sus superficies las que también pasan a formar parte de un relato enclavado en conceptos convencionales que ya han sido diseminados por otros proyectos sobre eso que llamamos desierto.
Frente a este levantamiento preliminar de información, ante los desterrados y caminables espacios que posee tanto la región de Antofagasta como la de Tarapacá, podría asegurar que el desierto actúa bajo un rigor que ha intervenido sin medidas la temporalidad que han configurado los sujetos y como éstos han confeccionado sus propios paisajes. En este sentido, la reflexión colectiva en torno al paisaje, desde este espacio desértico, está aglutinada a la idea de que la multiplicidad del paisaje y su uso en diferentes contextos, facilita nuestro enfoque hacia planteamientos que van desde lo estrictamente lingüístico hasta la misma fisonomía que expone ese territorio nortino. Entonces, cuando nos encontramos con diversos procesos que integran y acumulan la información tendiente a pensar en lo que significa explorar un espacio como éste, me involucro en una lectura sobre esos códigos y dinámicas desde las cuales debería observar este espacio como tal. Todo esto es como un examen acerca del estudio de campo de una territorialidad siempre mutable por uno mismo, siempre atosigada por los bordes de nuestra conciencia. De esa manera para encontrar algunas respuestas del por qué de aquellas reflexiones poéticas y políticas que afloran comúnmente en el desierto, debo comprender cuál sería la principal razón para posicionar al espacio-desierto a una relación meramente denotativa. No obstante, si esa acción del artista presenta una estructura que interviene un espacio ya asignado, también quiere decir que los aspectos ideológicos, económicos y sociales –visualizadas por estas mismas acciones artísticas– que rodean estas ideas, escarban en aquellas que finalmente son las que presentan uno que otro “sendero metafórico” desde donde es posible evidenciar e intensificar la percepción de los espacios, dimensionando nuevas posibilidades y esquemas.
Con esta carga de análisis no hago más que introducir que la base de una parte del trabajo de investigación que ha llevado a cabo el artista visual Benjamín Ossa, en el desierto de Atacama, va más allá de una reflexión sobre el espacio y de la intervención por parte del descreído caminar de un artista. Y aunque casi todo lo que Ossa ha idealizado aparece en varios de sus trabajos preliminares, en esta ocasión su forma de inmiscuirse con la pulsión del espacio lo lleva específicamente a los bordes de un campo de investigación y que de alguna manera ha buscado contemplar lo incompleto del paisaje, asunto que puede ser anexado a ciertas búsquedas incompletas en su propia obra. Ejemplo de ello es cuando mueve una piedra en plena pampa antofagastina. Al retirar ese volumen, con el propósito de dividirlo en su horizonte, le permite sin duda abrir un espacio entre el cielo y la tierra. Eso que él acomoda, lo invisible ante la luz del desierto, es la conexión sideral con los reflejos lumínicos que encontramos más allá de las galaxias ya reconocibles.
El desierto es tan infinito, que este artista trata de manejar sus límites por lo que desde ese simple acto tangible, puedo afirmar que para él lo que nosotros denominamos como paisaje pasa a ser un concepto polivalente, por eso frente a un espacio que posee estas características estamos obligados a trabajar desde la ambigüedad. Aquí, el campo de su práctica se extiende más allá de lo que un desierto muestra. Un trabajo plástico, matérico, conceptual y objetual que se ha transformado en una labor grandilocuente, donde él mismo al capturar la intensidad de ese espacio, ha imaginado cómo su luminosidad yace sobre lo áspero y seco del desierto. Y cabe recordar que esa relación que el ser humano guarda con la luz es inmemorial. Ésta ha estado presente desde el inicio de los tiempos, pero siempre ha sido vista como un amplificador del espacio y un elemento que alumbra. Sin embargo, en estas investigaciones vemos la luz aparecer también como un objeto, como una pieza tangible que tiene forma y volumen; y que puede ser manipulada para jugar con la percepción humana. Entonces cuando Ossa recurre a esta forma instantánea de capturar la luz, por ejemplo al registrar sus tiempos, concientemente él margina la percepción orgánica de la luz por sobre la que va registrando durante su estadía por el desierto de Atacama. Además subraya esas incertezas que chocan con la luz y los matices de los espejismos entre tantos desechos industriales, salitreros y rodeado de sitios donde la vida no tiene posibilidad, y en donde el curso de la investigación manifiesta que el espacio del desierto se ve enfrentado a sus propias latitudes mezcladas con una luz singular.
Pero también Ossa observa en la luz como si ésta fuera un vehículo que lo lleva a instalar su cuerpo en un espacio que al ser el desierto y estar vestido de tonalidades diversas, genera una realidad aparte y una ilusión óptica que podría engañarnos a simple vista. El artista fundamenta su obra a partir de las ideas que son interceptadas por la luz y su función, ofreciendo espacios infinitos en los que parece situar a los objetos en un lugar con una profundidad determinada. Frente a este espacio baldío y sin límites, él ha dinamitado un acopio de sensibilidades en torno a la luz no solo durante el día, sino que también en la noche, para comprender los destellos altamente lumínicos, y que al mismo tiempo pueden ser tan desmesurados que generan una luminosidad que está siendo trastocada por las sombras y tímidas siluetas.
Rocas, marcas, remolinos, chuscas y salares crean un paisaje propio que aborda la composición del espacio, la intervención y su carga lumínica. Creo que mediante esa combinación, los ritmos visuales que él nos presenta, van más allá de la tri-dimensionalidad de la imagen. Aquí, todo este mejunje construye un diagrama de lo que relata ese espacio y que ha sido capturado por la sensibilidad del artista. Por lo que al revisar todas estas propuestas, considero que son dispositivos dinámicos que capturan las dimensiones que posee el desierto más seco del mundo. Es más, desde una percepción poética e irracional, y al tomar el pulso de su visión acerca de la pampa, él simplemente nos cuenta de qué está compuesta esa relación que expone la luz que ilumina y tensiona al unísono esos paisajes.
Por otro lado, el acto de caminar por el desierto, bajo su reconocible luz incandescente, nos provoca diversos trastornos. Muchos de ellos son bastante conocidos, pero otros están estrictamente relacionados al cómo esas cargas lumínicas interfieren en los cuerpos. En otras ocasiones, la luz que aparece en el desierto, tiende a ser absorbida por la tierra y desde esa tierra aflora, explota e interactúa con un espacio creativo que ciertamente es inagotable. La inmaterialidad de lo visible en el desierto, es medible en términos físicos desde las frecuencias térmicas, que al ser variables reflejan una serie de intensidades lumínicas. Por eso al viajar a través del desierto una y otra vez, esos destellos que ha recogido el artista van anudando figuras que son visibles y que han sido interceptadas por esta invención, creando materialidades sobre la base de una sensibilidad particular. Y cuando en el desierto nuestra sed pasa a formar parte del entorno, sentimos que el detalle meticuloso de sus objetos y estructuras solo pueden ser medible al instante de bloquear nuestras ideas ahí mismo, al momento de quemarse bajo el sol y adicionalmente cuando comenzamos a enfriarnos con los vientos del atardecer. Es el caso de aquella acción en la que Ossa, bajo un manto saleroso, persigue una línea flúor sobre la costa salina de Alto Patache en la región de Tarapacá. Ese acto que a simple vista puede parecer sencillo, también es brutal, ya que expone el movimiento del cuerpo –del cuerpo del artista– , al borde de un delirio que no hace más que reflejar sus cuestionamientos a la propia física del desierto. A veces el desierto puede ser el espacio perfecto para representar lo imposible, porque al coreografiar una caminata e incluso al perseguir una línea, abrimos más preguntas y más posibilidades sobre nuestra relación con el paisaje.
A estas alturas, podemos inferir que es primordial la relación cuerpo-luz sobre este territorio, que al mismo tiempo es el asilo de una estética del abandono. Y si manifestamos la idealización del desierto, nos encontraremos con una marca visual representativa. Una propuesta que se encuentra en un espacio que expone lo impredecible y que ante la luminosidad del desierto construimos una posición indeleble.
El recorrido por el desierto como recurso estético, re-escribe los esquemas que buscamos para estudiar un contexto y que termina por alterar la visión de un territorio. Así, el desierto puede ser catalogado como un espacio inter-cosmogónico que desordena las imágenes concretas, pero que más bien articula sensibilidades abstractas que aparecen y desaparecen constantemente. Por lo que al interiorizarnos en la luminosidad, dentro de una propuesta de investigación artística, es posible incorporar miradas hacia esa incierta percepción con la que el aprecia el espectador. En este sentido, los criterios para ahondar en esto, son expuestos por aquellas formas que visualizan por ejemplo, las imágenes en movimiento y una que otra composición geométrica que ha sido interceptada por la luz.
En síntesis, si profundizamos en el ritmo que posee una composición construida a partir del roce con la luz, también es posible asimilar esta idea con algunas inconexas superficies que están expuestas a esa luz del desierto. Y al visibilizar lo que percibimos, estamos asignándole una función al desierto que podría ser homologada a la de un vehículo, desde el cual es posible observar un espacio inter-lumínico y en donde las ondas de luz estimulan el fondo de nuestra retina a través de la cual sencillamente tomamos nota de lo que vamos decodificando de esa impresionante imagen que encapsula el gran Atacama.
Un extracto de este texto fue traducido al inglés por Curators’ Network.