Notas de una conversación en Berlín
Por Ana Rosa Ibañez | Imágenes color: Carolina Martínez Sánchez | Imágenes b&n: Ana Rosa Ibañez
La primera imagen que tengo en mi memoria de Amalia Valdés, fue en el Taller Bloc (Santiago, Chile) durante su residencia en ese lugar durante el año 2014. La recuerdo doblada sobre su mesa de trabajo realizando lo que creo que serían sus primeros trabajos manipulando aluminio. En ese momento yo no sabía que me gustaba escribir, tampoco hubiera sabido qué escribir sobre su trabajo. Pero la vida pasa y las personas cambian, se encuentran en otros lugares, en otras realidades. En Diciembre tuvimos la oportunidad de viajar juntas a Atacama, un lugar que te invita a reconsiderar, a mutar, y en eso nos encontramos. Hoy, estando ambas en Berlín, ambas en otro lugar de nuestra vida profesional, se nos han ido dando las oportunidades para conversar e intercambiar nuestras opiniones y experiencias sobre el arte, la migración, y la identidad local chilena, en oposición a la identidad inserta en la globalidad. Llega el momento en que escribir sobre Amalia ha tomado un sentido más especial, más profundo; confieso que incluso utilizo este texto como un reflejo de mi proceso personal de estar fuera de Chile, o quizás el de muchas personas que nos encontramos rumiando sobre los mismos conceptos. La obra “Made in Germany” de Amalia, viene a ilustrar el proceso de oposición y crisis de identidades experimentada por la artista durante los meses de esta residencia. Presentada en la exposición Raue Strömung en Berlín en el pasado Julio de 2017 (Una muestra colectiva de artistas Latinoamericanos en la Galería Eigenheim ubicada en el distrito de Mitte.) – una cruz Chakana (la cual lleva desarrollando hace ya un par de años)– símbolo milenario de los pueblos originarios de la Cordillera de Los Andes.
El contenido de este texto tiene su origen en una conversación sostenida en grupo hace algunos meses, donde hablamos del trabajo de Amalia y de su transformación en los últimos años. Recordamos Taller Bloc, su asistencia al taller de Eugenio Dittborn y pusimos en perspectiva la evolución desde sus primeros trabajos hasta su última producción con las geometrías sagradas y sus tan estudiadas paletas de colores. Luego de eso han venido otros momentos que nos han permitido desarrollar nuestras ideas en conjunto, las cuales incorporaré también sin diferenciar cuándo fue qué. Una larga entrevista que continúa o quizás a estas alturas es una narración ficticia.
Es un Jueves de verano en Berlín y llueve a cántaros. En camino al taller de Amalia tengo que parar en un café a esperar que pase la lluvia pero ya sobre la hora enfrento el hecho de que no va a amainar y me vuelvo a subir a mi bicicleta. Cuando llego al número 13 de Stuttgarter Stasse, encuentro a Amalia trabajando con la puerta abierta. Probablemente para contrarrestar la leve sensación de encierro que conlleva el compartir un espacio de 50m2 a modo de hogar y taller con Juan Pablo -su marido y quien es arquitecto y artista- lugar donde han vivido los pasados 6 meses. Un cambio drástico de su departamento en Santiago, pero el cual les ha acomodado bastante, sobre todo en términos creativos. Los chicos han generado un espacio que se centra en el taller, la discusión y producción de sus obras. La residencia se llama Für Alles Mögliche (Para todo tipo de cosas), y como evidencia su nombre, invita a desarrollar sea cual sea el potencial que escondan los residentes. Al entrar literalmente me desvisto, estoy empapada. Amalia, siendo considerablemente más pequeña que yo, me presta un buzo y me ofrece un té. Amalia venía recién llegando de “la gira artística Europea 2017”, Documenta 14 Kassel, Münster, y ya había estado para los primeros días de La Biennale Di Venezia, combo que sucede solo cada diez años. Me imagino que su cabeza debe estar llena de información, pero luce tranquila en sus pantuflas de lana chilota escuchando las sonatas para flauta de Bach.
Quiero comenzar a hablar sobre la Chakana hecha en Alemania. Pero para entenderla es necesario primero entender el proceso emocional que implica la migración que ha experimentado. El alejamiento de la identidad Latinoamericana y lo que la ha llevado a volver a ella, cuestionándose su identidad en un contexto mundial, siempre iterando un símbolo que la cautiva, que la cuida como un refugio en este océano de información que es el viejo continente europeo.
Así empezamos a hablar sobre los eventos de arte que acaba de visitar; desde su perspectiva como artista latinoamericana con tremendas expectativas luego de haber escuchado las historias y los mitos durante toda su carrera:
Amalia Valdés: Me parece que el mejor evento que pude acceder este año fue la Bienal de Venecia. Aún así, hay un arma de doble filo con los presupuestos que se han logrado para estos eventos y lo que significa para los artistas que participan en ellos. Tomemos el ejemplo de Damien Hirst; alguien quien no está en la Biennale pero decide inaugurar su última muestra alrededor de un mes antes de la inauguración del evento. Toma una oportunidad para poner foco en su obra en un momento que no le pertenece, restándole protagonismo a la curaduría de la Biennale. Tanto oro, tanto presupuesto, pero notándose que no existía ninguna reflexión por detrás, ninguna consideración de los lugares; era un despliegue de poder, un show. Y eso deforma a la Biennale, la transforma en otro tipo de evento, más comercial, una sensación de estar a la venta.
Ana Rosa Ibañez: Sí, a mi me parece bien que exista alguien como Damien Hirst, que exponga en las galerías y que tenga su público, me parece justo y divertido; pero la manera en que se impuso en la Biennale di Venezia me parece preocupante, me hace sospechar profundamente de los organizadores y gente involucrada.
AV: Claro, bueno después me di cuenta que estaba familiarmente relacionado al dueño de la Punta de la Dogana y el Palacio Grassi que son una de las familias mas ricas de Italia. Me parece muy extraño que suceda. Por otro lado, el “discurso” de Documenta 14 y de Adam Szymczyk se centra en que están mirando afuera de los países poderosos, intentando incorporar seriamente las perspectivas asiáticas, latinoamericanas o africanas. Por lo mismo incorporan a Atenas como un nuevo polo de la exposición. Pero en el contenido de la muestra no se percibe, no es evidente, no es verdad. Se ve mucho artista de origen alemán hablando de la guerra mundial, etc., muy enfocados en sus propias temáticas e historias que –a pesar de ser muy importantes e interesantes– ya se han repasado bastante. Aún así, la obra de Marta Minujín (Argentina) a mi me pareció al cayo. Una re-instalación de un trabajo del ’83 que presentaba un Partenón con libros prohibidos por el estado nazi, totalmente ad-hoc con la curaduría, con la economía de material, totalmente al nivel de una bienal; pero viniendo de una artista Sudamericana. Una reflexión mucho más potente que el acercamiento de los mismos europeos a su historia. En Documenta me pasó que, haciéndole honor a su nombre, había mucho documento; se tenía que leer un montón para entender cada obra, súper cansador. Era como un intento de justificar las obras incluso antes de poder apreciarlas.
ARI: He notado en Europa una constante búsqueda del orgasmo con el archivo. En mi experiencia en Inglaterra, me di cuenta que la escena del arte estaba convertida en un ciclo que nace desde algún hoyo o detalle en algún archivo de alguna ciudad histórica, y desde ahí se produce una obra, la cual debe se registrada de manera que al archivarla permita continuar un diálogo con otro adicto al archivo para que luego desde ahí pueda nacer otra obra. Es una secuencia de causa-consecuencia que a mi parecer le resta mucho protagonismo a la obra en sí misma, me hace cuestionarme bastante el concepto de obra como tal. ¿Cuáles son los límites y requerimientos para definirla? No critico este método cuando se justifica, pero parece ser una moda y me hace pensar en la pérdida del sentido y en el ahogo de información. Instintivamente este ahogo ha significado para mi el buscar un respiro en obras de carácter más efímero, sin rastro; que sucedan y se acaben, valoro el hecho del no-registro. Una obra que canalice energía invisible y que en honor a ella desaparezca. Pero tengo claro que esto es una utopía. Entiendo que es también bonito y necesario registrarla, pero me gustaría soñar que no fuera parte elemental de la obra como lo es hoy. Me parece que los algunos de los más intelectuales del arte se calientan mucho con archivar todo lo que se mueve en una sala de exposición.
AV: Sí. Creo que para eso existen las bibliotecas. Respeto a las personas que hacen este tipo de obra, pero para mí tiene que ver con su primer impacto, la sorpresa. Con la inmediata conquista, la magia y la alquimia. Después de eso si conecto, es probable que me interese conocer el proceso. Pero me gusta ese misterio.
ARI: Dejar que la obra misma funcione como síntesis del contenido, el contexto y las influencias; pero que se comunique de modo sensitivo más que literal…
AV: Todo se refleja en tu obra; los distintos períodos o momentos que uno atraviesa como artista. Yo siempre he estado pintando y en el período en Berlín no he pintado nada. Estoy en otro proceso, en otra investigación. Desde mi mismo centro, pero ya no estoy en esa meditación que produce la pintura, no he tenido el tiempo para sentarme al frente de una tela. Estoy experimentando con procesos de trabajo, exhibir, conocer gente, mirar mucho. Aprovechar este año tan especial en Europa en que se juntó Münster, Documenta y la Biennale Sería una irresponsabilidad no nutrirse de eso. En Chile lamentablemente uno está un poco carente de eso, de poder ver una buena exposición de arte contemporáneo. Claro que hay, pero ocasionalmente. Recién hoy con Corpartes (Institución privada) estamos teniendo acceso a exhibiciones de mayor envergadura de manera constante. Estar acá ha implicado absorber lo más posible, es la Meca.
ARI: ¿Sientes que has podido digerir algo de lo que has visto?
AV: Nada. Mi plan inicial de la residencia era detenerme un poco. Los últimos años estaba produciendo una exposición al año que para mí, es mucho. Quería absorber, leer, sacar todos los pendientes acumulados, pero estoy acá y no he parado. Van apareciendo oportunidades y cómo no tomarlas. Es muy bonito, realmente se abre el mundo para conocer gente y hacer cosas.
La estadía de Amalia en la residencia ha estado lejos de ser tranquila. A un mes de llegar, junto a Juan Pablo realizaron un Open Studio donde mostraron por primera vez su trabajo. Inmediatamente después en el mes de Abril inauguró su primera exposición individual en Colonia –“Estrella Sur/Südstern”– en la Galería Seippel, fundada por Ralf Seippel, quién conoció el trabajo de Amalia en una feria de arte en Canadá donde la artista estaba siendo representada por Yael Rossenblut. El galerista se enamoró de la obra de Amalia y hoy es su principal representante en Europa. La muestra presentó solo obras realizadas en acero inoxidable (http://galerie-seippel.de/amalia-valdes).
Luego de esta muestra, a principios de Mayo, la pareja fue invitada a participar del proyecto One on One, donde trabajaron por primera vez una obra en conjunto y en diálogo con la artista coreana Ae Hee Lee en una exhibición que sucede durante solo un día. En junio inauguró la exposición que tratamos en este texto y la semana siguiente a esa hubo una nueva muestra de sus trabajo en el Gallery Night de Colonia en un solo project de la galería. Seippel también está mostrando las obras de Amalia en Art Pampelonne, Saint Tropez. Además de esto acaba de mostrar nuevamente en el espacio cultural de Korea, Galería Dam Dam junto a su marido Juan Pablo, seguido por su último Open Studio en la residencia en Neukölln.
ARI: Me imagino que en esta vorágine productiva también van apareciendo nuevas ideas a través del hacer, a pesar de que no hayas tenido el tiempo para sentarte a pensar hacia dónde te quieres encaminar.
AV: Claro que van apareciendo nuevas ideas. Me siento más creativa que nunca. Un trabajo me lleva a otra idea, a otra posibilidad, a otros objetos. La geometría tiene infinitas posibilidades. Tú delimitas un espacio y ese espacio puede modificarse infinitas veces, puedes combinar, crear, diversificar. Y ahora que he estado interviniendo espacios -un trabajo más site-specific, como el suelo en este caso- realmente me he dado cuenta de que puedo hacer lo que quiera, apropiarme de lo que sea, muchos posibles proyectos que voy archivando, y que quizás nunca lleve a cabo.
ARI: Tanto tu trabajo como tú, se han ido expandiendo y adaptando al espacio que lo rodea.
AV: Por supuesto, y a nuevos medios además. Acá no puedo pintar por falta de espacio, por el tiempo; no tengo mi taller. Acá es el momento para experimentar, hacer otras cosas, recoger herramientas y nuevos medios de lenguaje. Otro aprendizaje importante que he incorporado al estar acá ha sido tener más confianza en mi discurso. Siento que en nuestro país a veces nos menospreciamos al referirnos a nuestro propio trabajo. Acá tu discurso puede ser el que quieras y todos te lo van a respetar. Al que le interesa bien y al que no, bien también.
ARI: Recuerdo haber pasado una que otra vergüenza en un comienzo cuando al pedirme la opinión tendí naturalmente a criticar negativamente. Ahora me doy cuenta que no es lo que sentía ni lo que pensaba, ni tampoco aportaba nada a la conversación, pero era más ese instinto competitivo de ponerse por sobre la situación. De tener una opinión de peso en lugar de realmente interesarse por la opinión del artista. Error.
AV: Siento que el ambiente en Chile tiende bastante a la crítica. Es muy fácil caer en eso. Yo trato de enfocarme más en lo positivo porque la constante crítica te corta tu propia fluidez.
ARI: Viviendo todos estos procesos enfocados en Europa, decides trabajar en una obra que vuelve a tu pasado, un símbolo que busca reconectarse con la identidad andina en vez de reflejar el alejamiento de nuestro continente. Háblame de la Chakana.
AV: La primera vez que ocupé este símbolo fue para una feria en Puerto Varas en el 2014. Yo tenía varias piezas de la exposición en Artespacio que eran módulos. Mi idea inicial era lograr todas las posibilidades combinatorias con estos 60 módulos y generar un símbolo mayor y esto me llevó a reproducir una Chakana con un fondo invisible generado por estos módulos geométricos. Comencé a investigarla y me gustó mucho la correspondencia que tenía con los pueblos originarios de Los Andes, y el tema se empezó a expandir. Es una imagen muy potente y arcaica, presente desde hace alrededor de 4.000 años en muchas culturas, y en todas ellas, su mayor significado es la unión del cielo y la tierra. La lexicata que forma la escalera circular, que une los dos mundos, también se refiere al infinito, conectando con la astrología a través de la geometría sagrada; eso me movió mucho.
ARI: ¿Sientes que la Chakana te acerca a estas nociones cuando trabajas con ella?
AV: Yo me considero bastante conectada con estos temas desde antes. Me gusta escucharme y conectarme con mis antepasados, con mis maestros que de cierta forma me van poniendo guías. Siento que la Chakana me llegó porque así tenía que ser. El sentarme e ir doblando, manipulando, seleccionando, clasificando, me hace entrar en un mantra reflexivo a través del cuerpo. Me siento conectada con ella de tiempos remotos. Acá entramos en temas más profundos o místicos ja ja.
ARI: ¡Entremos, entremos!
AV: Siento que he vivido en otros lados, en otras vidas a través del arte, comunicándome con la gente a través del hacer, producir y al crear. Para mi, la Chakana tiene mucho que ver con eso, con la creación, con una conexión profunda con la tierra también, que es donde siempre he encontrado mi refugio. La Chakana está muy presente en eso, es una imagen llena de símbolos naturales, místicos que van conectando canales.
ARI: Las geometrías sagradas como la Chakana se consideran como productos de ambos hemisferios cerebrales a la vez; el derecho por estar relacionado con habilidades artísticas y viso-espaciales, y el izquierdo por estar relacionado con la matemática y la lógica actuando como un canalizador entre ambas energías, logrando una conexión más holística con los espacios y la naturaleza. En la exposición de Raüe Stromung tu obra colgaba del muro brillando como un talismán. Una cruz andina hecha en Alemania, pero con metales de la cordillera de Los Andes, sin renunciar a su verdadera identidad. Me hizo pensar mucho en el concepto de la “otredad”. Acá nos encontramos nadando en información, entre archivos, museos, galerías, ¡Aumentados! Yo tengo que confesar que pasé (y sigo pasando) por una crisis de identidad bastante profunda, y extrañamente mi salvavidas fue escribir mi tesis curatorial sobre Culturas Latinoamericanas. Es extraño pensar que para algunas personas cuando están en su país, rodeadas de gente de más o menos el mismo contexto cultural, no van por la calle cuestionándose qué los define culturalmente, ni cuáles son sus pilares identitarios. Pero cuando te enfrentas a una cultura que no solo se opone, sino que además se impone; el primer instinto es aprenderla, imitarla, absorberla; pero lo que viene inmediatamente después es volver a encontrarse dentro de ella, valorarse, y encontrar la fuerza interior para desecharla. Es un concepto muy desarrollado en la filosofía y en el cual aún me entretengo pensando. El instinto de supervivencia, un instinto vital para no caer en un vacío cultural, nos lleva a la búsqueda de símbolos, sonidos o formas que nos conecten a nuestras raíces o a los conceptos que te definen, y nos aferramos a ellos. Deleuze y Guatari sugieren en su “Capitalismo y Ezquizofrenia” un completo desprendimiento de las nociones identitarias, un cuerpo sin órganos. Yo no sé si he llegado tan lejos. Es muy fuerte la identidad latinoamericana. En todo caso, me pareció muy bonito que durante todo el año hayas estado experimentando intensamente con tus capacidades artísticas y que aún así, casi al final de tu residencia levantas este símbolo, irguiéndose literalmente desde debajo de la tierra como un talismán que dice sí, Europa me pasó por encima pero acá estoy yo, brillando como la Chakana.
AV: Es una bonita lectura. A mi me encanta volver a utilizarla, siento que en algún momento lo voy a entender más en profundidad… o tal vez no. En el 2014 usé esta imagen porque sí, pero ahora que he ido estudiando más la imagen, cada vez me hace más sentido. Yo acá he aprendido muchas cosas que son súper potentes en mi trabajo, pero la fuerza que he tomado viene de estar acá y sentirme ajena. En la misma Documenta, preguntarme ¿Dónde está Latinoamérica en todo esto? Somos tan potentes y aún así no estamos presentes en este tipo de eventos. Sienten que están abriéndose a artistas desconocidos y la verdad es que se siguen mirando el ombligo.
ARI: ¿Y para adelante? ¿Sabes que se te viene?
AV: Espero que puras cosas buenas (ríe). Ahora me invitaron a exponer en la Embajada de Corea. Conocimos a la curadora a través del Instituto. Un evento de un día en que conversa (a través de la obra) un artista del Instituto con un artista coreano que elige ella. Se interesó mucho por la geometría sagrada y quiso continuar la exposición y presentarla en la embajada. También tenemos otro Open Studio en la residencia. Tenemos que decidir cuándo y cómo hacerlo. Y bueno, después de eso… descansar, aprovechar la ciudad, ¡El verano en Berlín sin hacer nada!