Por Christian Viveros-Fauné | Imágenes: Cortesía de la artista | Imágenes instalación: Jorge Brantmayer
El hecho de que la frase «living the cliché» cubra todo un muro de galería D21 Proyectos de Arte en Santiago de Chile, dice mucho sobre el más reciente intento de Carla Garlaschi por satirizar el mundo del arte. Estas palabras se refieren, entre otras desmoralizantes posibilidades, a ese omnipresente carácter propio de la experiencia contemporánea de encontrarse haciendo algo que uno de golpe recuerda que ha visto en una película, en la tele o en Youtube. Que horror!
Titulada de igual forma que el video que Garlaschi proyecta como pieza central de su reciente exposición, Laberinto de Ilusión se despliega a través de una de las galerías más conocidas de Chile como una broma perversa. En lugar de exhibir directamente pinturas y esculturas dentro de la galería, la artista chilena opta por exhibir varias cajas de luz que representan su propio rostro, un muro de imágenes impresas tomadas de su cuenta Instagram y un organigrama que detalla, a través de catorce fotos y trozos de texto, los personajes que pueblan su trillada historie d’artiste. Crucialmente, la narrativa se transmite por medio de uno de los más pobres pero más exitosos productos de exportación de Latinoamérica -la telenovela- o, como indica la artista, “lo banal como camuflaje”.
El relato filmado por Garlaschi -que narra la historia de «La Niña», su alter ego artístico- abarca casi todos los clichés baratos del mundo del espectáculo. Sus personajes incluyen villanos y héroes, secuaces y hombres de paja. A uno de ellos, «El Crítico de Arte», le afirman que «sus conceptos no son más que una postal en un museo etnográfico» antes de hacerle pedazos una copa de vino en la cara. Otros personajes incluyen «La Teórica Argentina», «El Curador Europeo», «La Princesa Sueca» y «El Artista Drug-dealer».
Laberinto de Ilusión, también se asemeja a la típica telenovela latinoamericana en otras espectaculares variaciones del cliché. En lugar de avanzar sobre una trama propiamente tal y a través de sus personajes, la narrativa de Garlaschi se desarrolla, como es común en este género, casi exclusivamente a través del uso de estereotipos y oposiciones binarias- p. ej., amor y odio, trabajo y familia, arte y vida, y una dosis ardiente de camp.
Modulada a partir de un formato que es el equivalente a la comida rápida del entretenimiento, la muestra Laberinto de Ilusión emplea una pícara ironía para satirizar las expectativas de los artistas de Santiago de Chile- como también de otros puntos del mapa donde la excelencia artística es falsamente amalgamada con la celebridad y el éxito financiero. El pintor estadounidense John Currin una vez dijo que debía su carrera al hecho de haber encontrado un cliché en el que el podía creer. Garlaschi se burla de esto también, junto con la obsesión de los paladines del globalismo por la fama, la fortuna, la ambición y el romance.
Hoy, la cosmovisión neoliberal de arte produce cada día más ficciones necias. Según Garlaschi, éstas se asemejan cada vez más a las peores telenovelas. Llamemos las cosas por su nombre, dice ella: el arte es un Laberinto de Ilusión.
Esta exposición forma parte de los proyectos del Comité de Investigación y Desarrollo Artístico, Royal Institute of Art Stockholm.