Sónar es el Festival Internacional de Música de Avanzada y el Congreso de Creatividad y Tecnología que se celebra en Barcelona desde su creación en 1994. Las directrices que se fijaron entonces han seguido dictando cada una de sus versiones hasta hoy. Así es que este Festival se instala como uno de los principales encuentros de música que va mucho más allá de ésta, cruzando creatividad y tecnología.

Con más de diez años de existencia, parece hoy más que nunca que su sentido se encuentra totalmente desplegado en el diálogo de hoy.

Diálogo y reflexión que salió de España para viajar hasta Latinoamérica, donde tuvo lugar las respectivas versiones en Bogotá, Sao Paulo, Buenos Aires, y finalmente Santiago este pasado 5 de Diciembre.

Más allá de la música: Sónar + D

 Fueron los Hangares de Suricato (ex Aeropuerto Cerrillos) y su enorme explanada a las afueras de la ciudad los que albergaron el encuentro. Antiguas pistas de aterrizaje, galpones y viento formaban junto a los 3 escenarios el Sónar Sound Santiago. Y donde para terminar de configurar el festival, en uno de los galpones estaba alojado todo lo que fue el Sónar + D, la instancia de investigación, reflexión y creatividad tecnológica, que sin duda marca la pauta de lo que debería significar el sonido en el futuro.

En el galpón de Sónar + D era posible encontrarse con varios domos en su interior, teniendo cada uno de ellos distintas propuestas o muestras enmarcadas dentro de la investigación, desarrollo y proyección de objetos de estudio relacionados al sonido y otros recursos de aproximación a ella, cómo ciencia, astronomía y física. Junto con esta muestra, a lo largo de todo el día hubo conferencias, demos y workshops de distintos actores y agentes mundiales que están trabajando desde y en torno a estos tópicos.

Dentro de ellos, estuvieron Sonidos del Alma, una iniciativa que busca interpretar y decodificar las frecuencias del Universo transformándolas en sonidos, para que realizadores de todo el mundo puedan componer y compartir a partir de estos ondas traducidas en sonidos, la artista visual Andrea Wolf con “Weather has been nice” , serie de videoinstalaciones generadas a partir de operaciones algorítmicas, Michel Van Dartel que habló acerca de cómo el impacto de las nuevas tecnologías están diseñando el actual escenario artístico y social; además de Iván Navarro y Courtney Smith con “The Music Room III ”.

De esta manera, el Festival no solo es capaz de entregar un producto acabado en cada una de las actuaciones de la cartelera. Sino que también proporciona tanto antigua información que precede las tecnologías de la cual somos espectadores hoy, como la más nueva, permitiendo que cada uno de los asistentes pueda conocer, empaparse y entender como es que cada uno de los nuevos inventos o recursos tecnológicos son capaces de generar el nuevo mapa del mundo al que nuestro campo cognoscitivo se enfrenta diariamente.

De la hipnosis, las imágenes y el nuevo Dios

En el film “24 hour Party People”, un docu-ficción que retrata el escenario musical de Manchester entre finales de los’70s y principios de los ‘90s, el personaje de Tony Wilson nos da cuenta de como las cosas cambiaron a través de una sola frase : si antes las bandas eran Dios, ahora el DJ era el nuevo Dios. Eso hasta ese entonces.

Este Sábado reciente parecía más que nunca resonar esta idea. Todos iban por este encuentro que se advenía como un nuevo evento en la escena musical del país, pero lo que sucedía ahí, desvelaba demasiadas aristas del paradigma en el que nos encontramos hoy.

A las 22:00 hrs en el Sónar Hall se presentaba “Double Vision”, proyecto del productor alemán Uwe Schmidt (Atom™) y el artista visual Robin Fox. Esta presentación desde el primer momento anunciaba lo que sería: una instalación sonoro visual.

En el galpón completamente oscuro, la visión era sorprendida por los láser; luego por el estado catatónico de cada uno de los que estaban ahí. La pantalla era el hipnotizador y las imágenes el nuevo Dios. Esta descripción no parece ser nada inusual, solo que esta vez los artistas –los ejecutores- se disponían en la parte posterior del hall, detrás del publico y en oposición a la proyección.

Lo que se presentaba al espectador no eran meras imágenes para acompañar el sonido que ya evocaba la deconstrucción de los sonidos. Ellas no referenciaban lo que sucedía ahí. Referenciaba a algo que está por fuera de ellas; huellas de nuestro actual régimen escópico.

Los propios códigos de las nuevas tecnologías se anunciaban en esta suerte de visiones hilarantes, pero que construían a partir de un desmembramiento del viejo relato tecnológico este nuevo discurso propio de la postmodernidad en el que se siente el flotar.

Las ligaduras entre estas imágenes y estos sonidos crudos parecen ser la base de todo el sistema de producción al que estamos sometidos hoy.

Otro de los shows que hizo continuar la peregrinación fue el de The Chemical Brothers, donde pasada la medianoche, el dúo inglés comenzó con otra alegoría de las percepciones.

La imagen estaba ahí, incluso más potente que el propio sonido. Ya no podemos volver atrás; la iterancia, sorpresa e infinita ubicuidad de éstas dictan una nueva estructura socio-cultural y económica.

Where is the sound? La imagen como memoria

Hay demasiadas imágenes decía el rumor. Tantas que la consecuente anestesia fue inevitable y ya parece haber muy pocas, o al menos están ausentes. Y es así como hoy somos tanto receptores como productores de éstas. Producir y reproducir la imagen de la imagen, y con esto poder confirmar nuestro lugar y contexto.

La estética, la textura, los colores, las formas y movimientos nos sorprenden desde dos flancos; el que nos recuerda y el que nos presenta nuevos estímulos no registrados anteriormente.

El previo condicionamiento sensorial y cognoscitivo absorbe sin cuestionamiento estos estímulos, para una vez más rendir pleitesía a la producción de la estructura de visualización, y donde tales percepciones son fijadas con mayor adherencia en nuestra mente y memoria gracias a todo el aparataje dispuesto en un primer momento por las ondas del sonido. Frecuencias que abren y fijan nuestro archivo y repertorio individual y único, pero al mismo tiempo, compartido por todos.