Por Àngels Miralda | Imágenes cortesía de la 58th International Art Exhibition – La Biennale di Venezia
El trabajo de Yamandú Canosa explora el paisaje a través del lenguaje. Las leyes de la gramática mejoran las nociones preconcebidas de territorio, geografía e identidad. Representando a Uruguay en la 58ª Bienal de Venecia, La Casa Empática curada por Patricia Betancur y David Armengol, se relaciona con temas urgentes a través de la poiesis. Canosa imagina el horizonte como un borde abierto que cae en una eterna puesta de sol y se rodea de personajes que nunca se paran de mover. Forman nuevas constelaciones temporales solo por seguir bailando y formando nuevas fraternidades cósmicas. Las paredes del pabellón, organizadas de acuerdo con las direcciones cardinales, así como la tierra y el cielo reflejados, hacen al espectador una pregunta conmovedora: ¿dónde comienza y termina la tierra?
Casa Empática comienza en el exterior. La fachada colorida hace referencia a la paleta armónica que marca las cuatro paredes interiores. Al entrar la primera pared representa al hemisferio sur. Las fronteras se ven interrumpidas por pausas gramaticales y la abstracción de los continentes, una sobre otra representa la deriva continental a largo plazo que han creado orgánicamente los territorios y paisajes que habitamos. Mediante la combinación de múltiples medios, Canosa insiste en la importancia del flujo y la pluralidad en un paisaje en constante cambio.
Después del muro del Sur, los muros del Occidente, Norte y Este continúan en formaciones abstractas de cada territorio. Definidos no por países o estereotipos comunes, la similitud de los cuatro llama la atención sobre las diferencias y narrativas en cada uno. Lo que evita esta semejanza y abstracción es la definición de territorio basada en narraciones artificiales relacionadas con suposiciones imperial nacionalistas o ingenuas. Las narraciones de migración, violencia y esperanza se relacionan con la propia historia de vida de Canosa: después de escapar de una dictadura en Uruguay en 1975, se mudó a España donde fue testigo de la transición a la democracia en Barcelona después de décadas bajo Francisco Franco. El cambio y la agitación están representados como parte de la vida, pero siempre deben dirigirse hacia un internacionalismo consolidado y la empatía.
El punto más fuerte del pabellón es el centro de la instalación que a través de un ensamblaje espacial reproduce la constelación de Orión en el techo como círculos estrellados, y en el suelo como bolas de petanca vacilantes. La constelación representa el mito griego y el cosmos, una entidad inalcanzable en la formación de una de las únicas constelaciones que se pueden ver en los hemisferios norte y sur. Las bolas de petanca llevan las estrellas a la tierra y convierten los cuerpos celestes en el disfrute banal de lo cotidiano. Esto abarca la naturaleza del trabajo: una instalación e ideales a gran escala compuestos de simples encuentros fotográficos y lienzos trabajados que representan puntos de gravedad y pausa dentro de un mundo complejo.
El pabellón se puede describir como un poema en tres dimensiones. Las líneas y los saltos son palabras que se detienen y continúan. La imagen juega con cesura en un desarrollo significativo del espacio. En estas frases hay espacio para hablar de guerra y miseria, pero solo de la mano de las esperanzas y los sueños. Esta visión proviene de un continente que se formó a través de repetidas migraciones masivas, desplazamientos y conflictos, pero que ha llegado a crear una identidad fluida y plural. La violencia y la desesperación van de la mano con la esperanza y la canción en la creación del mundo. En La Casa Empática, Yamandú Canosa ha creado un proyecto contenido que abarca un proyecto político. Ni el rechazo de la historia, ni la nostalgia, la casa empática es una utopía de comprensión. Pregunta, ¿y si el mundo comenzara en América Latina?