Considerado uno de los mejores museos en Chile, el Museo Precolombino nace de una iniciativa de Sergio Larraín García-Moreno, quien en la década de los 70 toma conciencia de la relevancia de su amplia colección de objetos y textiles precolombinos, a raíz de lo cual crea la Fundación Familia Larraín Echenique. Esta será la que realiza la donación de esta importante colección en convenio con la Municipalidad de Santiago con el objetivo de cuidarla, estudiarla y difundirla; con el paso de los años, ha crecido con nuevas donaciones y adquisiciones. La colección, por su variedad de objetos y artefactos, entrega una mirada panamericana de la creación artística antes de la llegada de los españoles destacada por sus piezas textiles, momias Chinchorro y piezas Mayas, Aztecas y de los pueblos indígenas del Amazonas.

Hoy este Museo exhibe Reencuentro, exposición que contrapone la extraordinaria obra textil de la artista estadounidense Sheila Hicks con variadas piezas precolombinas del Museo, algunas de las cuales se exponen al público por primera vez. Reencuentro es la culminación de un proyecto que nace de la curadora independiente Carolina Arévalo, quien tras visitar una exposición de Hicks en Nueva York comienza una investigación sobre los vínculos entre su obra y el arte textil precolombino. En efecto, Hicks tuvo la oportunidad de conocer ampliamente estas creaciones en una visita durante 1957 a Chile y Latinoamérica, las que han inspirado fuertemente su obra. Ella describe el viaje como “el inicio de un poema que nunca terminó”, y recorriendo tanto el norte como el sur del país pudo conocer técnicas textiles y cosmovisiones americanas que cambiaron su vida y arte para siempre.

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Reencuentro es una muestra que brilla por su colorido, texturas y escalas, que caen del techo en cascadas de colores o se lucen desde pequeños e íntimos telares. La exposición vincula al arte textil con la geometría, la artesanía y la arquitectura, y al arte contemporáneo con el precolombino. Podría ser un caso típico de apropiación culturalartista europea viaja a América, aprende sus técnicas y las expone como propias. Este fantasma se aparece en obras como Fajas Titicaca | Atarco | Tiwanaku | Putarco (1957), creada el mismo año del viaje de Hicks, la cual a primera vista parece ser una simple copia “primermundista” de técnicas americanas. Sin embargo, una mirada más profunda no solo evidencia la inspiración precolombina, sino que también la reelaboración de Hicks, quien crea algo nuevo y contemporáneo a partir de lo primero. Más que apropiarse, la artista aprecia la cultura precolombina: la reconoce públicamente como inspiración, la homenajea con sus creaciones y se relaciona con esas culturas más allá de lo estético (como muestra su largo viaje y posterior intercambio cultural).

De todas formas, desde que supe de Reencuentro me pregunté si participarían artistas chilenos o latinos contemporáneos que trabajen el textil y la relación de este con nuestros pueblos originarios, pensando en que sería linda una dimensión contemporánea de lo precolombino desde una mirada local. No fue así y al preguntarle a la curadora, me expresó que considera la muestra una exposición individual de Hicks, lo cual me parece, por lo menos, discutible. Parte importante de la muestra son creaciones textiles precolombinas, las cuales sí tienen autor (o autores), aunque no sepamos sus nombres. Parece una oportunidad perdida de realzar que los textiles americanos expuestos son arte, no meras artesanías o decoraciones que acompañan la obra de la estadounidense. Si estamos revalorizando el textil, revaloricemos no solo una parte de él. Destaquemos también la importancia del mismo para nuestros antepasados y para nosotros mismos hoy.

La forma en que se exponen los objetos hacen eco de lo expresado por la curadora: no se vinculan con la obra de Hicks, pues se muestran en cubículos totalmente separados de las obras de la estadounidense y los textos no logran crear las conexiones que debieran, aludiendo vagamente a estas relaciones con frases que casi no tienen sentido como “las relaciones entre los seres son de reciprocidad, en una dimensión en el que cada ser pasa de un mundo a otro, transformándose en otro cuerpo” (“Ser Textil”, cuarto texto curatorial). ¿Qué seres y por qué hay reciprocidad? ¿De qué dimensión estamos hablando? ¿Qué cuerpo exactamente se transforma en otro, y por qué? Me recordó un estudio realizado en el 2012 sobre textos curatoriales y de arte que concluyó que estos tienen una lingüística propia que llamaron “International Art English”, el cual brilla por largas palabras, exageraciones y párrafos que eluden tener cualquier tipo de significado. Lo mismo con otros textos que aludían a memorias, historias y mensajes, los cuales no eran descritos ni evidenciados. ¿Memorias de quién? ¿Qué historia narran? ¿Qué “mensajes específicos” expresan las variaciones de las estructuras de Hicks, según lo escrito en el segundo texto curatorial? Faltó elaboración y conexión, algo que por lo demás suele pasar (y como menciono antes, no solo en Chile).

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La muestra misma se divide en cuatro secciones curatoriales que guían el recorrido de sala en sala. La primera se titula “Hilo, Unidad Esencial”. Rinde homenaje al hilo como herramienta de unión, idea que Hicks destaca una y otra vez, por ejemplo, comparando el equilibrio del textil a una sociedad en armonía: “tocar algo concreto con las manos, hacer un nudo con un hilo y ofrecerlo como regalo a mi vecino. Esto es más profundo e interesante, es una contribución a la idea de cohabitar juntos este planeta hoy día”, cuenta. Cita a Platón, quien desconfiaba de los artistas pero no de los tejedores, pues al cruzar un hilo sobre el otro estos tendrían la capacidad de acercarnos a una sociedad equilibrada, en la que todos caminan en la misma dirección y progresan en unísono.

Hay ecos de esta idea en los quipus exhibidos (tanto de Hicks como de los pueblos originarios) que antiguamente se usaban para contar, aportar significado, entregar información, y que aquí aparecen como una metáfora de una comunidad en que todos cuentan, significan, aportan. De la abstracción de la lana, de sus madejas y combinaciones de saturación, luz y matiz, nacen soportes comunicativos, en que se narran historias y memorias que aparecen como universales.

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En esta primera sección encontramos algunas de las piezas más bellas e impactantes de Hicks. La mayoría denotan un peso, tanto físico como metafórico, a través del cual el hilo se muestra en toda su fuerza y potencia. Obras como Pescando Anguilas en el Río (1989-2017) de gruesas fibras de lino giradas sobre sí mismas; Lianas Rojas (2019) con su cascada de hilos multicolores; y Quipu Blanco (1965-1966) compuesto por espesas trenzas de lana. Como se ve, el color toma protagonismo incluso en los títulos de las obras y al interactuar con las texturas de las mismas transmite sensaciones que serán distintas en cada espectador según las asociaciones libres que hagan sobre el blanco, el rojo, el amarillo, etc. Otra gran obra es Araucario (1969), que al mezclar lino, seda, algodón y secciones de Araucarias sugiere una historia en que lo orgánico y natural germina de la obra, invadiéndola y creando un artefacto simbiótico. Lo vivo también se palpa en dos creaciones escultóricas que se elevan en medio de la sala, Peluca Berenjena (1985) y Peluca Verde (1961), pues dan la sensación de ser criaturas que respiran, peludas, y que se yerguen haciéndose parte del público mismo.

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MG_9045 MG_9044A pesar de que la muestra se ofrece como una experiencia sinestésica, que involucra lo visual y táctil, por razones de conservación de las obras no pueden ser tocadas. Sin embargo la riqueza de sus texturas, que son realzadas por intensos  colores, dan pistas a la imaginación de cómo sería tocarlas y sentirlas en la piel.

La segunda sección, “Analogías Compositivas: Arquitectura y Fotografía”, explora las posibilidades estéticas de las construcciones textiles verticales y horizontales que vemos en telares de Hicks. Las obras son acompañadas por fotografías, algunas tomadas por la propia artista y otras por Sergio Larraín, que narran visualmente el viaje realizado hace más de 60 años al continente americano. Es relevante que en ese momento de su vida, Hicks venía cargada con las influencias de la escuela Bauhaus, en la que diseño, arte y arquitectura se consideraban un todo y eran explorados de forma integral. A pesar de ello, aquí la relación entre telar, fotografía y arquitectura se siente forzada y las conexiones que la curadora pudo haber hecho no logran cuajar para el visitante. Efectivamente los telares son construcciones, sobre todo Prayer Rug (1972-1973) que con su pelaje marrón entra en el campo de la tridimensionalidad. Pero en el caso de otros telares como Amarillo (1960) y modelos a pequeña escala de otras obras, se pierde el hilo (perdonen el juego de palabras), y no se entiende porqué son distintos de otros telares de la sección anterior, y qué exactamente les entrega esa cualidad arquitectónica que los demás no.

En la sección se incluye una serie de textiles a pequeña escala, los cuales son conmovedores por su simpleza, sobre todo después de la monumentalidad de las obras anteriores. Pequeños artefactos, humildes, simples tanto en técnica como color, muestran un lado más íntimo de la artista y su práctica.

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Este recorrido más introspectivo y diminuto continúa en “Espacios Cromáticos” con los “minimes”, pequeños tejidos en los que practica las técnicas ancestrales aprendidas en su viaje, pero llevándolas en distintos caminos siguiendo su estética propia a través del color y la escala. Es un recorrido por el paisaje y la memoria chilenas, con obras como Chiloé-Chonchi (1957), Parque Forestal (1957) y Tacna Arica (1957), en las cuales el telar aparece como obra figurativa que describe nuestro paisaje con sus texturas y colores. Zapallar Domingo (1957) es una bella oda a la conocida cala de la zona central del país, con tonos que evocan atardeceres espesos entre nubes y mar.MG_7984

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“Ser Textil” es la última sección de la exhibición y explora la “escultoridad” de las obras de Hicks – algo frustrante, pues es un tema que ya ha aparecido con anterioridad. Se referencia la tridimensionalidad y nuevamente siento que la segunda sección dedicada a la arquitectura no termina de cuajar. Eso sí, es la única sala en la cual se logra que la obra de Hicks entre en conversación con objetos precolombinos, entregándole a ambas la misma importancia, al punto de que en ciertas vitrinas, a primera vista, no queda 100% claro la antigüedad de las obras. En el contraste se hace evidente la riqueza que entrega relacionar efectivamente el mundo precolombino y contemporáneo, pues el volumen cobra valor con fuerza al mostrarse su importancia en el imaginario precolombino y en la obra de Hicks.

“Ser Textil” finaliza con tres telares de gran tamaño, que a primera vista juegan a ser pinturas. En ellos, un truco visual hace que la interacción de colores de similar matiz engañe al cerebro, haciéndolo ver más colores de los que realmente hay. La descripción del efecto es decepcionantemente confusa: “…el color se convierte en sensación fenomenológica…expandiendo la visión cromática”. Un acertijo digno de una esfinge cuya respuesta solo pude saber por tener el privilegio de preguntarle directamente a la curadora.

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_MG_7912 MG_8018 MG_8059La obra de Hicks es magnifica y entrega un profundo placer estético, no solo por el bello montaje de las mismas, sino también por poner broche de oro a una historia que comenzó en 1957. Es apropiado, por no decir preciso y necesario, que estas obras vuelvan al lugar donde por primera vez se plantó la semilla inspiradora de la cual germinaría el arte de Sheila, y además en un espacio en que pueden compartir con las mismas obras que las inspiraron. En ese sentido, hay un acierto innegable de Arévalo, que con su perseverancia logró hacer esta muestra realidad, exhibición que ya se había expuesta de forma similar en México y pronto en Lima. No dejo de pensar que es lamentable que las obras no alcancen a conversar: se mantienen separadas constantemente en el recorrido y las descripciones de unas y otras no las conectan (con excepción de las exhibidas en la última sección) no cumpliéndose así las expectativa de poner en relieve lo precolombino como verdadera y poderosa inspiración. Lo relevante aquí es la obra de la artista de Estados Unidos, con lo precolombino ocupando un segundo lugar.

MG_9030Sheila Hicks es presentada por el Museo como “la artista textil más importante del mundo”. Aunque Hicks es efectivamente una de las más reconocidas artistas textiles de nuestra época, este tipo de exageraciones no aportan, sino que al contrario, demuestran un cierto amateurismo pues expresan hipérboles altamente discutibles, si no derechamente falsas (sobre todo si pensamos en otros importantes artistas textiles como Alighiero e Boeti, Jayson Musson, o El Anatsaui). Es difícil imaginar museos como Tate Gallery, MOMA o MACBA haciendo ese tipo de declaraciones absolutistas y de pocos matices. Es un marketing del arte basado en la idea de exposiciones “blockbuster”, quitándole seriedad a una muestra potente. La misma Hicks esquiva este tipo de categorizaciones, reconociéndose como parte de un universo de artistas que crean y experimentan con el textil de distintas formas, cada una con una riqueza propia (más sobre artistas textiles contemporáneos aquí y aquí).

Por último, quedé con ganas de saber qué opinará Hicks del auspicio de BHP Escondida, que a pesar de decir valorar nuestra herencia y pueblos indígenas, ha tenido varios encontrones con los mismos por contaminación y derechos de aguas en el norte del país. Hoy en día es cada vez más cuestionado el patronazgo de empresas con este tipo de conflictos, pues los Museos que trabajan con ellas se prestan para un lavado de imagen que de ético tiene poco. En este caso, es una alianza de 20 años que quizás valdría la pena replantearse.