Mi infancia transcurrió en el sur de Chile, en el triángulo que forman Río Bueno, Osorno y Valdivia. Cuando nací, todo eso cabía dentro de la décima región. Hoy, por alguna razón administrativa estas ciudades se reparten entre la décima y catorceava regiones. Para la mayoría, el sur del que hablo representa un paisaje natural e idílico, donde lagos, ríos y volcanes señalan el extremo del continente. Pero mis recuerdos son de olores astringentes de agroquímicos y fertilizantes, bodegas donde estaba prohibido jugar, animales conectados a maquinarias de extracción y el contraste del verde del paisaje con el azul de metileno en las piernas heridas de las vacas. En el año 2002 entré a estudiar artes a la Universidad Arcis, lo que fue como habitar una bodega abandonada junto a mis compañeros, en este caso la de Fundición Libertad, maestranza fundada en 1877 donde se hacían válvulas y bombas en bronce para el sistema de alcantarillado público, así como trenes e incluso un submarino.
En parte, mi interés por la historia de la industria en Chile y Latinoamérica está mediado por este tipo de recuerdos y experiencias, imágenes difíciles de eludir creciendo en Chile durante los años ochenta y noventa. Mi trabajo consiste básicamente en la investigación de procesos industriales en torno al paisaje y la química. Desarrollo investigaciones sobre formas de colonización y auto-colonización mediante la introducción de especies arbóreas durante el siglo XIX. Busco nuevas formas de acercamiento visual a la naturaleza, la historia política y la violencia contra el territorio, no solo a través de la forma, sino también a través del análisis de los procesos que alteran de forma irrevocable la composición química del paisaje.