Por Ana Rosa Ibáñez | Imágenes cortesía del artista
Conocí a Santiago a través de sus pinturas. Era junio del año 2014 en Berlín y por la comunidad chilena que desborda la capital alemana llegué a una de sus exposiciones en un Café Galería en la comuna de Moabit. Temprano o tarde nos conoceríamos; muchos de los chilenos relacionados a la escena cultural que radican o viajan a Berlín llegan a conocer a Santiago. Son incontables los creadores que se han pasado por “Kotti 6”, su casa durante más de seis años ubicada en la heterogénea comuna de Kreuzberg. Esa noche fue mi turno. Mostraba entonces una serie de acuarelas y escenas donde personajes animados entre lo infantil y lo surreal, celebraban la vida de maneras desquiciadas.
Hace un mes, me encontré de nuevo en otra exposición del artista, Reflexzonen der Füsse, esta vez en la galería Mommsen 35 . Esta vez la muestra consistía en simples bosquejos apilados en el piso y grandes alfombras colgando de los muros. Los objetos trascendían su utilidad inicial y actuaban solo como soporte fiel al reciente proceso del artista, del que escribo hoy en estas líneas.
La muestra comienza con una larga hilera de bocetos, dibujos, pinturas… todas ilustraciones de los pies. El análisis casi obsesivo de las terminaciones nerviosas de nuestro cuerpo divididas en color, en monocromo, o en líneas. Al levantar la cabeza de esta instalación rastrera, nos enfrentábamos a la primera (de cuatro) alfombras de gran formato, en las que se representaban ya no pies, sino que el reconocido imaginario de Mac-Auliffe. Si bien nos topamos nuevamente a este mundo alegórico y fantástico, donde el exceso de color ambienta a personajes correspondientes a arquetipos de su misma existencia, las alfombras presentadas en Reflexzonen der Füsse representan un radical cambio desde la práctica pictórica del artista.
«Son una suerte de compañeros que me ayudan a ir relatando mi propia historia, siempre han estado conmigo y me seguirán acompañando. Pero hoy me ha surgido la necesidad de experimentar con otros elementos. He elegido no quedarme en un estilo fijo, sino que también interactuar con otros lenguajes, y de esa manera hacer una suerte de exorcismo del alma, donde la experimentación funciona como un espejo, experimentando a nivel pictórico y al mismo tiempo a nivel espiritual. En los últimos años mi vida ha cambiado mucho, he pasado de un vertiginoso mundo alegórico de excesos a un entendimiento de la vida más profundo; y es aquí donde se produce el cambio más radical: en la búsqueda la temática. De pronto el entorno psicodélico donde habitaban mis personajes, se convirtió en un espacio cotidiano.»
El espacio cotidiano es el motor clave del cambio en este proceso. Si es que antes Santiago quizás habitaba un mundo de excesos y psicodelia, el cual se reflejaba en su arte, los eventos ocurridos en su vida durante los últimos años lo llevaron a replegarse en el hogar, en sus rutinas, en el cuidado de sus objetos. Mediante el gesto del constante bosquejar de su propia existencia el artista trasciende de la representación de un “¿qué?” a la búsqueda de un “¿por qué?”. La reflexología de los pies refleja un trabajo en la totalidad del cuerpo, la mente y el espíritu. Trabajando en esta extremidad, somos capaces de ingresar al resto del sistema. El contacto por los pies –y por ende, el salto de los bosquejos a las alfombras– evidencia la necesidad de comenzar desde adentro para luego salir, comenzando por el hogar.
“Este sentido de extraña e incompleta comunalidad con lo externo puede inducir a los materialistas vitales a tratar a lo no humano –animales, plantas, tierra,incluso artefactos y mercaderías– con más cuidado, más estratégicamente, más ecológicamente.”[1]
Tanto la disposición de los objetos en la muestra, como la descripción misma del proceso narrada por el artista, me llevó a reflexionar sobre la vibrancia de los objetos, la vida escondida en las materias inertes, el materialismo vital que Theodor Adorno intenta explicar también a través de la No-Identidad de los objetos. Esta corriente presenta los objetos también como fenómenos, de los cuales nunca conoceremos la verdadera esencia que se encuentra más allá del uso que les adjudiquemos. No podemos identificar cómo nos vemos constantemente afectados por nuestro entorno. Este proceso escapa nuestra racionalidad y Adorno determina esta área como un espacio donde no queda más que creer, o aceptar la vibración invisible de nuestro medioambiente. Nuestra propia pedagogía, nuestro propio entendimiento de la vida se ve marcado por la imaginación utópica. Debemos ser capaces de re-crear lo que ha sido oscurecido por la distorsión de nuestra propia existencia, por las conceptualizaciones a las cuales nos enfrentamos en nuestra propia sociedad. Mediante el uso de las alfombras –y la descontextualización de éstas– Santiago decide trabajar en este espacio invisible. La “No-Identidad” de los objetos, trae a la luz las posibilidades denegadas, ejercitando la imaginación no-realista, aceptando y acentuando los misterios que realmente conforman nuestra interpretación de la realidad, dejándolos actuar en nosotros con su verdadera fuerza más allá de nuestro entendimiento, nuestra inocencia y cotidianeidad como el gatillo de nuestra constante transformación. (Adorno, 1973)
La materialidad del textil es quizás una de las más fieles representantes del hogar y lo cotidiano, siendo una fuente de calor, comodidad y abrigo. La relación de los niños con sus mantas en su infancia es un ejemplo claro del poder escondido en los objetos. ¿De dónde proviene el apego a los hilos? En muchas culturas, las técnicas y estéticas son transmitidas a través de generaciones escondiendo las historias de nuestros antepasados, y bien sabido es que en las culturas indígenas sudamericanas, los textiles están cargados de simbologías espirituales ancestrales.
«La tela es para mí un nuevo soporte, un objeto complejo que requirió de una logística mayor. Hicimos funcionar (junto a Noel Lamarch) una máquina de las cuales existen solo tres en toda Alemania. Fue una primera instancia de la cual queda mucho por investigar para seguir avanzando. El arraigo sudamericano de la técnica es un factor destacable. El arte y la literatura sudamericana está enriquecida por elementos mágicos y fantásticos, donde lo irreal es parte de lo cotidiano sobre todo en los estratos sociales marginales. Mis viajes a Perú y venir desde Latinoamerica me han llevado a estar conectado a estos elementos desde temprano, impregnándome de esta calidez; calidez que impacta mucho en Alemania.
Yo quería con esta exposición que los visitantes se sintieran en casa, acogidos. El espacio el cual llamamos hogar está lleno de objetos que funcionan como espejos, reflejando algún lugar de nuestro corazón y nuestras mentes. Pero también el lugar que llamamos hogar se conforma por las personas, quienes te dan un sentido de pertenencia. Se requiere mucha experiencia de vida –de barrio, amigos, enemigos, aventuras y desventuras– para ser una persona que sabe conformar un hogar. Son estos elementos que conforman nuestra historia lo que nos permite empatizar con nuestro entorno. Me gusta pensar que yo soy una de esas personas. He sabido armar un hogar en Berlín para mí y para muchos otros.»
Siguiendo la idea de Santiago del hogar como transformador de la sociedad, podemos pensar que nuestro espacio personal – nuestras pequeñas acciones– se vuelven políticas, afectando la constitución misma de los lugares que habitamos. Sin darse mucho cuenta, el artista ha sabido generar un microclima de creatividad, de resistencia a las corrientes predominantes con el solo hecho de ser hospitalario, por el impulso de compartir, el cual ha dado espacio para desarrollar la imaginación utópica de muchas personas y artistas. Hoy este impulso de conformar hogares se está materializando mediante la asociación con la artista y curadora Manuela Morales en su espacio Mario Kreuzberg, que ya tuvo su primera etapa en los icónicos edificios de Kottbusser Tor y que hoy reabre en la calle Reichenbergerstrasse, en un antiguo taller de bicicletas. Redefiniendo la curatoría del espacio, el enfoque hoy será mayormente en obras que traten discusiones del habitar, el barrio, la migración, la calle, la cursante capitalización de la ciudad de Berlín, la marginalidad y las corrientes underground.
«El barrio es tu aliado, es tu identidad dentro de la ciudad. Cuando llegue tuve la suerte que después de dos años de búsqueda llegué a lo que sería el centro de operaciones principal, Kottbusser Damm 6, donde pude recibir a artistas del mundo y Chile, y que fueron el motor para crear una comunidad invisible, gigante, de puros personajes del underground: músicos, djs, revolucionarios, pintores, poetas, actores, artistas, científicos, gestores culturales, grafiteros, bailarines… en fin un mundo de personas que nutrieron las paredes y habitaciones de este humilde techo. Esta interconexión con las personas ha producido en mí la urgencia de sacar la voz, volviéndonos conscientes de que creamos nuestros propios límites y que para lograr un cambio social, tenemos que comenzar en casa, desde adentro. Hoy quiero expandir mi propio personaje artístico, lograr una comunión con el arte, ya no solo como pintor, sino como verdadero artista: ver el arte como un diálogo con el concepto, ya traspasando la sola expresión, en constante comunión con lo político.»
[1] 1. Bennett, J. (2010). Vibrant Matter. 1st ed. North Carolina: Duke University Press, pp.15, 16.
Bibliografía
Adorno, Theodor. Negative dialectics. Trans. E. B. Ashton. New york: Continuum, 1973
Bennett, J. Vibrant matter. North Carolina