Estudiaba pintura en Madrid cuando, en 2007, me trasladé a Londres con una Beca Erasmus. Fue en el Reino Unido donde me enseñaron “arte contemporáneo” y quedé fascinada con las prácticas conceptuales y apropiacionistas. Sin espacio y sin materiales para pintar, empecé a vagar por la ciudad fotografiando muebles abandonados en las calles y comencé a observar y sentirme intrigada por cómo la gente otorgaba valor a algunas cosas y desechaba otras. Un día cubrí clandestinamente con sábanas blancas muebles en un stand de la tienda IKEA y entendí la conexión entre la exposición de los objetos y su mercantilización y cómo, a través de mi trabajo, podía intervenir con gestos en situaciones ya existentes. Esta experiencia me provocó una gran sensación de peligro, emoción y auto exposición que no encontraría en ningún otro lugar. Empecé a borrar todo tipo de objetos de consumo de catálogos y revistas utilizando líquido corrector y, un día, una persona me preguntó si borraría una escultura Anish Kapoor de la página de una revista de arte. Tardé en asimilar esa pregunta. Recordé que podía pintar. Mi siguiente trabajo consistió en ocultar con pintura obras de arte de postales de museos. Algunas de estas obras eran muy importantes para mí. Desde entonces, comencé a cuestionarme, a través de intervenciones, dibujos, publicaciones, vídeos, pinturas e instalaciones, qué significa hacer y experimentar arte hoy y si acaso es posible hacerlo en nuestras condiciones actuales. No estoy segura de si mi actividad puede definirse como arte. A veces considero que estoy más cercana a un crítico o un etnógrafo que piensa y se hace preguntas haciendo, interviniendo, reorganizando y recolectando imágenes y objetos y presenta sus investigaciones en el contexto del arte.