Nací en Caracas en 1975, cuando mi país era otro. Mi padre pintor y mi madre coreógrafa, pasé parte de mi infancia en Paris, extrañando la ciudad de montaña verde: el Ávila y los olores y sonidos de la granja de mis abuelos en el campo venezolano. Los viajes al desierto de Falcón donde mi madre hizo sus pioneros video-arte en los ochenta, y luego el Amazonas, los Andes y Llanos eran un normalidad extraordinaria, hasta que me mudé a Nueva York a principios del milenio. Allí estudié Biología, al tiempo que mi fotografía, que había estado siempre allí, comenzó a tomar fuerza. La danza contemporánea que había realizado de pequeña, el cuerpo y el autorretrato se entrelazaron.
Los treintas me agarraron en Londres. Aquí hice mi Máster en Fine Arts en el Chelsea College, aquí también tuve a mi hijo y vivo con mi pareja, y es ahora mi casa. Afortunada por tener la opción de quedarme y triste por no tener la opción de volver.
Mi práctica artística de los últimos años se ha pluralizado en cuanto a medios. La imagen siempre presente a través de la fotografía y el video y hace unos diez años llegó la escultura, a través de la cerámica. Con mis temas recurrentes como la naturaleza y la mujer, investigo historias que giran alrededor del género, y más recientemente ahondando en lo social y político respondiendo a la aguda crisis venezolana. Esa mezcla geográfica e histórica hace la obra atemporal, responde a inquietudes del presente pero mira al pasado y se manifiesta con medios ancestrales, como darle forma al barro y otros del siglo pasado como las primeras técnicas fotográficas.